4WUA (Four Wheelchair-User Architects) presenta una nueva arquitectura: la que proyectan las personas con discapacidad. Concretamente, en este caso, los autores son lesionados medulares que se mueven en silla de ruedas. Vistas desde una silla de ruedas, las ciudades cambian radicalmente. Y los planos de esas ciudades deberían cambiar también.
4WUA (Four Wheelchair-User Architects) presenta una nueva arquitectura: la que proyectan las personas con discapacidad. Concretamente, en este caso, los autores son lesionados medulares que se mueven en silla de ruedas. Vistas desde una silla de ruedas, las ciudades cambian radicalmente. Y los planos de esas ciudades deberían cambiar también. Solemos pensar que los planos representan las ciudades “tal como son”. No es cierto: las representan como las ven los hombres jóvenes y fuertes. No las mujeres – que no se atreven a entrar en determinadas zonas a según qué horas del día, como muestra Rebecka Bebben Anderson en Nolli Sthlm – o los ciegos, o los que se mueven en silla de ruedas, o los ancianos…
El plano de Roma de Giambattista Nolli ha servido de modelo para esta cartografía: blanco significa accesible, negro o gris infranqueable y azul potencialmente accesible con la implementación del proyecto. Así de simple. Una cartografía urbana que siguiera esta convención gráfica – u otras parecidas – facilitaría la vida de muchísimas personas. No solamente de los usuarios de sillas de ruedas.
Este es un libro cuidado, bonito. Bien hecho y meditado concienzudamente. ¿Por qué? Porque todas y todos los que lo han hecho están hartos de que se sigan considerando sinónimos “accesible” y “feo, triste y deprimente”. No lo son. Si aceptamos la conexión entre “belleza” y “buena vida” establecida por Alain de Botton (cuando decimos “¡qué casa tan bonita!” estamos diciendo “¡qué bien se debe poder vivir ahí!”) debemos aceptar también que unas arquitecturas como éstas, que pretenden mejorar la calidad de vida de sus habitantes, son bellas. Y eso de la belleza es muy importante, como la poesía. Diciéndolo con las palabras de Gabriel Celaya: “poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto”.