El muro cortina ha sido símbolo de modernidad y progreso para unos y de especulación y monotonía para otros. Usado como si se realizase una joya o como el cerramiento que prometía el mayor rendimiento económico.
El muro cortina ha sido símbolo de modernidad y progreso para unos y de especulación y monotonía para otros. Usado como si se realizase una joya o como el cerramiento que prometía el mayor rendimiento económico.
Una piel que se repite y al mismo tiempo rompe su monotonía con el reflejo de lo que le rodea, sea esto un edificio o el cielo y las nubes, consiguiendo una variabilidad que no podía lograr ningún otro cerramiento.
Símbolo de la nueva ciudad americana, pero también de la transparencia de la administración cuando lo usa Arne Jacobsen en el ayuntamiento de Rødovre (1954-1956), o imagen de la modernidad, la ruptura y la valentía cuando, también Jacobsen, lo utiliza en la sede de la compañía
aérea SAS (1956-1961), enclavada en una ciudad tan cargada de historia como es Copenhague.
Un cerramiento que ha sido visto como acompañamiento perfecto para los edificios en altura y con el que los arquitectos pronto se sintieron muy cómodos: una piel mínima con la que cerrar cualquier espacio, y con la que también tantearon modos para escapar de la rigidez de la estructura de fachada y del perímetro marcado por una planta distribuida desde su núcleo de comunicaciones: Jean Balladur realiza en 1958 un edificio de oficinas en la rue de la Victoire de Paris en el que intenta evocar la proa de un barco, redondeándola como si estuviese trabajando con una material maleable; o Jean Prouvée en La Défense (1967); o Niemeyer en la sede del Partido Comunista Francés (1967) que curva la fachada y coloca un tipo de ventana en el muro cortina que recuerdan a la de un 2CV, verdadero símbolo para muchos arquitectos; o Norman Foster en el edificio Willis Faber que elimina la carpintería para difuminar la poligonal…
Con una longitud y altura que tan solo interrumpe la estructura, las ordenanzas o la economía, el muro cortina se ve limitado por dos elementos el basamento y la coronación que se convierten en los puntos ‘clave’ de la solución. El basamento es tal vez más definitorio por estar más cercano. Para resolver ese difícil encuentro con el terreno ha habido soluciones muy diversas, algunas de ellas espléndidas como el retrasar el basamento respecto a la línea de fachada que practicaba Mies o hundir el edificio en el terreno como hiciera Prouvé en la Defense o Sáenz de Oíza en el BBV de Madrid acompañando el gesto con un falso plinto que simula el arranque del edificio. Al retrasar el plano de fachada se evitaba que visualmente se dejase de apreciar el muro cortina como un elemento colgado y que pasase a estar apoyado sobre el plano de acceso y de este modo se podía evidenciar cómo era la verdadera estructura del edificio.
La coronación sufre un proceso más incierto y lo mismo se manifiesta como un hecho diferencial muy visible como no aparece.
Pero si hay algo común en los cerramientos con muro cortina es la intención de querer hacer evidente su funcionamiento, o mejor dicho: su estructura; querer demostrar una solución técnica: la cortina de vidrio cuelga, y para que no quepa duda de este alarde, la estructura de forjados apenas debe tener presencia hacia el exterior y, si fuese posible, debería mostrarse como una mera línea que corta el vidrio.
La economía generosa y complaciente de posguerra, fundamentalmente en Estados Unidos, potenció el empleo del muro cortina, solucionando los graves problemas de acondicionamiento con instalaciones sin control energético alguno. La necesidad de optimizar este despilfarro, no sólo por motivos económicos sino de sostenibilidad, han provocado una intensa investigación sobre los distintos elementos que integran el muro cortina: utilización de vidrios con un mejor comportamiento aislante o reflectante (ya que el problema puede ser no tanto el calor que se pierde como el que se absorbe por el efecto invernadero); incorporación de sistemas de oscurecimiento y circulaciones de aire, acercando paradójicamente las soluciones de la más técnica de las fachadas a la popular galería, distanciándola de su imagen de construcción especulativa y ajena a los valores medioambientales.
Evolución de un mito. Desde la experiencia: Josep Mª Fargas Falp
Muro cortina: Ramón Araujo y Xavier Ferrés
Proyectos: Torre Millenium en Sabadell: Joan Roig y Enric Batlle
Sede empresarial en Stuttgart: Ingenhoven-Overdiek
Torre de oficinas en Viena: Massimiliano Fuksas