Muchos son los beneficios que nos aporta el fuego y que han sido determinantes en la evolución humana, pero cuando perdemos su control, pasa a convertirse en el gran destructor que acaba con vidas y propiedades. Estamos acostumbrados a pensar en los riesgos que el fuego puede provocar, cómo prevenirlos adoptando medidas previas que eliminen o cuando menos minimicen las posibilidades de que se produzca el incendio, y de que, en caso de producirse, reduzcan sus consecuencias
Muchos son los beneficios que nos aporta el fuego y que han sido determinantes en la evolución humana, pero cuando perdemos su control, pasa a convertirse en el gran destructor que acaba con vidas y propiedades.
Estamos acostumbrados a pensar en los riesgos que el fuego puede provocar, cómo prevenirlos adoptando medidas previas que eliminen o cuando menos minimicen las posibilidades de que se produzca el incendio, y de que, en caso de producirse, reduzcan sus consecuencias. Como prioridad, hay que conseguir preservar la integridad de las personas que ocupan el edificio, donde incluso un pequeño incendio se convierte en un drama difícil de olvidar. La suma de cada uno de estos dramas ha ido cambiando el conocimiento de los riesgos y las formas de atajarlos. De una forma trágica, los incendios especialmente dramáticos han puesto en evidencia la necesidad de cambios, en ocasiones radicales, que no se hubieran llevado a cabo de manera tan acelerada y que, de este modo, paradójicamente, han servido para salvar vidas futuras.
Nerón aprovechó la violencia del incendio de Roma en el año 64 para iniciar la construcción de su gran palacio, la Domus Aurea, pero también, según Tácito, inició una reforma urbana por la cual los edificios deberían estar construidos en ladrillo y mantener entre ellos una distancia de seguridad. En la misma línea fue la respuesta ante el Gran Incendio de Londres que arrasó la ciudad desde el 2 de septiembre hasta el 5 de septiembre de 1666. El fuego destruyó totalmente la ciudad medieval, construida principalmente a base de elementos de madera. Tras el gran incendio se comenzó la sustitución de materiales y la separación de las edificaciones para evitar la propagación de las llamas.
En Chicago el 8 de octubre de 1871 se inició un incendio que en 48 horas destruyó 18.000 edificios, un incendio que fue el detonante de un cambio radical en la historia de la arquitectura: el acero sustituyó a la madera en las construcciones; el nuevo material permitía edificios de mayor altura que sin el ascensor no hubieran podido ser factibles, dos elementos claves en la inauguración de un etapa que se denominó la Escuela de Chicago y que ha tenido un impacto absoluto en la arquitectura contemporánea.
Otro incendio: el del Chiado en Lisboa en el año 1988, producido en edificios que tenían estructuras metálicas, nos reveló dramáticas imágenes de aceros retorcidos por el calor. El acero también era vulnerable en un incendio y dejó patente la necesidad de regular los tiempos de evacuación.
Catástrofes como la del 11-S ha tenido tan solo un efecto momentáneo en la consideración de la altura de los edificios como una trampa en la evacuación, pero al menos ha conseguido aumentar las medidas de seguridad durante el desalojo.
En un tema tan amplio como este en el que se une el dimensionado de los edificios, el diseño estructural, los materiales, las comunicaciones, instalaciones e incluso el diseño de los cerramientos, hemos querido mostrar tres edificios que reúnan características especiales que los hagan ejemplares, para mostrar pautas de comportamiento en casos similares o en otros de distinto carácter, pero para los que se pueden extraer conclusiones o metodologías.
Los dos edificios analizados en el espacio monográfico de protección contra incendios muestran estrategias ante el fuego muy diferenciadas. Los objetivos de dicha protección en uno y otro caso son distintos: en el primero se trata de pacientes con movilidad reducida, que plantean especiales dificultades de desalojo, y en otro son documentos con valor histórico.
El primer caso está ilustrado por el Hospital Infanta Leonor en Madrid. En este edificio de gran complejidad y tamaño, los aspectos más determinantes del proyecto de protección son los planos de sectorización, los recorridos de evacuación y el emplazamiento de los núcleos de evacuación.
En el caso del Archivo Histórico y Provincial de Guadalajara, un edificio dedicado a la custodia de documentos en papel altamente vulnerables al fuego, la estrategia consiste en su confinamiento en módulos de hormigón independientes equipados con sistemas de protección activos especialmente inocuos para el material archivado, como detectores de respuesta rápida por aspiración de humos, y agua nebulizada como agente extintor.
Los proyectos de este número se completan con el análisis constructivo del edificio de oficinas en Dornbirn, Austria, que aparece fuera de la sección monográfica y que, sin embargo, muestra un tercer objetivo de protección: el propio material de construcción del edificio, ya que ha sido proyectado con estructura vista de madera laminada.
ÍNDICE
Presentación:
Prevenir y minimizar las consecuencias de la acción del fuego
Artículo
La seguridad contra incendios y la arquitectura
César Martín-Gómez y Natalia Mambrilla Herrero
Proyectos.
Archivo Histórico y Provincial de Guadalajara
Rojo/Fernádez-Shaw, arquitectos y Liliana Obal
Hospital Infanta Leonor en Madrid
Ramón Araujo, Arturo Berned y Luis Vidal
Análisis constructivo
LCT ONE en Dornbirn, Austria
Hermann Kaufmann ZT GmbH
Dossier de productos
Jorge Cuní, Mónica Miranda y Andrés Pérez
Índice de empresas